Por Ernesto Alonso López /
Quiero decirte algo muy serio, señora candidata o señor candidato: Destacas de tal manera que inevitablemente eres un estorbo para todos tus adversarios, en la política.
Importa un comino si quieres ser diputado, alcalde, gobernador, presidente, o lo que sea. Si arremeten contra ti y tu candidatura, quiere decir que vas delante de alguien, o de todos. No hay duda.
El punto es que aunque fueras astronauta, artista, matemático, pasaría lo mismo: si vas adelante, te atacarán, siempre…
Se trata de esa casi inevitable condición humana que se llama envidia y ambición, las cuales ahora se vuelven contra ti…
¿Qué si por qué, tú?... Muy simple: te escogieron para darte duro, con todo, porque en la política es como en la naturaleza: sobrevive quien se adapta, tiene la fuerza, es constante y perseverante, estoico, incluso con aptitudes casi heroicas.
Observa bien alrededor. Fíjate en quienes han logrado el éxito en la política. Son apenas unos cuantos. La realidad es que en la política hay cientos de miles que fracasan, que se rinden, que no lo vuelven a intentar. ¿Por qué?... Porque la política es una carrera difícil, que exige mucho, que engaña mucho y no da muchas satisfacciones personales. Así es: NO DA MUCHAS SATISFACCIONES. > OJO < Aunque te hayan dicho lo contrario, el dinero y el poder no compran felicidad. El dinero compra cosas, el poder sirve para mandar, pero no, definitivamente no te harán más feliz, si no lo eres.
Si, ni modo. Hay que decirlo: en realidad ascender al poder es como el espejismo de un oasis en el desierto…
Cuando llegas al poder, la realidad social te golpea violentamente. Es como si te comieras y masticaras un puño de arena seca, en el supuesto lago que creías lleno de agua dulce para ti. La verdad es que no. Lo real es que ese vértigo que sentiste al subirte a la candidatura se vuelve ahora permanente. La diferencia es que ahora te has vuelto menos sensible al mareo y lo suples con el vértigo de sentir al poder en tus manos, de que te sirvan y hablen con respeto los que antes te minimizaron. Es una oda a tu ego, que se eleva a la locura y más allá, por eso no te das cuenta dónde estás. Porque la trampa ya está puesta: más poder, más dinero, más ambición. Más capacidad para decidir sobre el destino de cientos de miles. Ya eres, pues, casi como un mitológico Dios griego, aunque sigues siendo un simple mortal al que le dan ganas de hacer pipí y popó.
Pero eso se te olvida… Y mientras consideras que te dicen la verdad todos los amigos del poder, que por ahí van cerca de ti, adulándote, asegurándote que todo es perfecto, que tú eres infalible, que tus decisiones son muy atinadas, en realidad no son tus amigos y empiezas a dejar de escuchar a las personas serias, a tus verdaderas amistades, a las que sólo quieren que te vaya bien a ti y que hagas un buen papel. Y entonces, un día, despiertas todo golpeado políticamente por tus rivales, con peligro de no llegar a tu meta en la candidatura, que es ganar, y te preguntas con mucha solemnidad y amnesia, como si fuera un lunes de resaca, tras la borrachera del fin de semana: ¿por qué está pasando todo esto?... Mira, es muy sencillo. Para que tu adversarios te den de garrotazos políticos por todos lados, sólo necesitas que uno, ellos te considere su enemigo; y dos, que destaques por alguna razón. Nomás.
A propósito, los expertos nos indican que lo único que tú tienes, como persona que se dedica a la política, es tu buena imagen. Si la pierdes, te jodiste todo. Además, ya sabes que construir una buena imagen cuesta mucho tiempo y destruirla se puede hacer en cosa de casi nada.
Así mismo, los ataques son inevitables. Si no lo han hecho, lo van a hacer. Si ya lo hicieron, debes considerar que todo ataque tiene efectos. Por eso debes siempre analizar tus propias debilidades, porque como en el consultorio: siempre es mejor la medicina preventiva que ir directo al quirófano en estado de emergencia, pues no olvides que restaurar la imagen dañada provoca un efecto en la imagen de quienes se dedican a la política. Esto puede ser leve o puede ser grave, dependiendo del ataque, pero el daño es innegable. No lo olvides…tomado de envio de CriticaPolitica.MX